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C’ETAIT UN RENDEZVOUS

 

En 1976, Claude Lelouch filmó “C’etait un rendezvous”, un corto (8’38”) que narra la

travesía de Paris de un hombre enamorado que conduce su automóvil a velocidades

de vértigo para llegar a una cita a tiempo. 40 años después nos lo cuenta:

 

“Acababa de rodar “C’etait a refaire” y me sobraban unos 300 m de película así que decidí

rodar un cortometraje para proyectarlo antes. Hacia tiempo que quería contar la historia de

un tipo que llega tarde a una cita y comete un montón de infracciones para llegar a tiempo.

Para mi, ser puntual es una obsesión, soy capaz de correr riesgos increíbles para lograrlo,

así que le sugerí a mi operador la idea de un plano secuencia en el que un hombre que ha

quedado en Montmartre con una chica atraviesa Paris a toda pastilla, saltándose los stops

y los semáforos en rojo con tal de no llegar tarde. Por supuesto le gusto la idea”.

 

EL RECORRIDO
”Quería además realizar una especie de reportaje y no escoger el camino mas corto. Si un

parisino quiere ir de la avenida Foch a Montmartre, por ejemplo, no tiene porque pasar por

los arcos del Louvre sino que tomara por la avenida Wagram, pero el problema es que solo

teníamos 9 minutos (300 m) desde el principio hasta el abrazo final con la chica, sin el cual

la historia no tenia sentido, y para lograr eso había que ir muy rápido y no parar”.

 

LA PLANIFICACION
“Recorrí lentamente el trayecto y le encargue a un asistente que averiguara que permisos

hacían falta, pero entendimos pronto que había que bloquear Paris y para un corto eso era

absurdo y carísimo. Así que consulte con un especialista que riesgo había si me saltaba los

semáforos y me dijo que solo había dos posibilidades: si al acercarme no veía a nadie, solo

aparecería si venia también muy rapido, y si veía a alguien siempre podía frenar”.

 

LAS PRECAUCIONES

“Así que partí de un principio simple: si iba a tumba abierta y no veía a nadie… es que no

había nadie. El único inconveniente era el patio del Louvre, porque al atravesarlo perdías

visibilidad y al salir había un semáforo, así que aposte allí un vigía con un walkie-talkie, y

quedamos en que si no me avisaba es que podía continuar. Es la única precaución seria

que tomamos, aparte de rodar al amanecer, un domingo y en el mes de agosto”.

 

LOS AUTOMOVILES

“Enganchamos la cámara al parachoques de mi automóvil, un Mercedes 450 SEL 6,9, que

era potente, seguro y con una suspensión hidroneumática que amortiguaba las vibraciones.

Dentro íbamos tres, bien amarrados: yo al volante, mi asistente con el walkie y mi operador

con un mando a distancia que controlaba el diafragma. Para el sonido, repetimos luego esa

pasada con un Ferrari 275 GTB, brutal, porque el Mercedes es muy silencioso”.

 

LA VELOCIDAD

“Íbamos bastante rápido: subimos la avenida Foch a 180 km/h, los Campos Eliseos a 160

y luego, como estaba despejado, debí alcanzar los 200 antes de llegar a la Concorde, que

abordamos a 150. Junto al Sena superamos los 200 pero en el Louvre bajamos hasta 100

porque los arcos son muy estrechos y, como el vigía no me aviso, a esa velocidad salimos.

Tuvimos mucha suerte, porque luego supe que su walkie… se había averiado”.

 

LOS ATASCOS

“Luego subimos hacia la Opera, pero en el cruce mi carril estaba bloqueado por un autobús

y, para no frenar, tuve que pasarme al contrario con coches que venían de frente, luego en

la Chaussee d’Antin había un camión de basura y tuve que subirme a la acera y luego en la

rue Lepic había una furgoneta de reparto que me impedía pasar. Cambie la ruta y seguí por

Rocquencourt con lo que perdí tiempo y no sabia si la película me alcanzaría”.

 

UN FINAL FELIZ

“Pero me metí en contramano por algunas calles y conseguí llegar a tiempo, con 15”

justos para apagar el motor, bajarme del coche y extender los brazos para abrazar a

la chica que subía las escaleras de Montmartre. Era mi mujer y la había avisado con

el claxon, como habíamos convenido, para que llegara frente al coche en ese mismo

instante. Sin ese final, el largo plano secuencia no tenia sentido, y tenía claro que si

no salía a la primera no lo repetiríamos. Por superstición. Si el milagro debía ocurrir

ocurriría. Y ocurrió, aunque el precio fue saltarnos ¡18 semáforos en rojo!.

 

Texto: JR                                                                   VIDEO  >

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