SE VENDE

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EL CREPUSCULO DE LOS DIOSES

 

¿El mas fabuloso automóvil americano de todos los tiempos? Sin la menor duda.

Ninguno como el Duesenberg sobrevoló con sus características, sus prestaciones

y su prestigio, al resto de la producción mundial. Pero duro poco: el crack del 29

le corto las alas, ya que casi todos los que podían comprarlo… se arruinaron.

 

En plena Belle Epoque Fred Duesenberg, con la ayuda de su hermano August, ya fabrica

automóviles de carreras que están entre los mejores, venciendo en Indianápolis en 1916

y 1920 y luego tres años seguidos: 1924, 25 y 26. En 1925 el ganador de la prueba, Pete

de Paolo, es incluso el primero en superar los 160 km/h de media en ese circuito (101,13

mph exactamente) un record que los hermanos Duesenberg mantendrán durante ¡7 años!.

En cambio los negocios no son su fuerte, sino el de Errett Lobban Cord, que a los 30 años

ya se ha arruinado ¡varias veces!. Vendedor de FordT usados y luego de Moon nuevos, en

1924 gana 30.000 $ al año ¡solo en comisiones! una autentica fortuna si pensamos que un

Ford A costaba unos 300 $. Pero Cord es ambicioso y desde 1925 dirige Auburn que salva

de la quiebra: su producción pasa de 0 a 20.000 automóviles ¡en 4 años! Como entretanto

ha tenido la precaución de adquirir acciones, en 1928 ha amasado una fortuna ¡11 M de $!

que emplea en adquirir (entre otras cosas) Lycoming (fabrica de motores) Limousine Body

Corp (de carrocerías) y finalmente Duesenberg. Su objetivo, y así se lo indica a Fredy que

conserva la dirección técnica, es crear el automóvil mas grande, mas potente y mas rápido

de todos los tiempos. Modesto, Cord añade que tiene que ser también… el mas bello.

 

CARACTERISTICAS

En diciembre de 1928, esas exigencias se han cumplido. Sobre un chasis en escalera de

dimensiones respetables plantado sobre dos ejes rígidos suspendidos por ballestas, Fred

Duesenberg ha montado un impresionante 8 cilindros en línea de 6, 9 litros fabricado por

Lycoming, con 2 árboles de levas en cabeza y 4 válvulas por cilindro, unos refinamientos

reservados hasta entonces a la competición. Reivindica 265 cv a 4200 rpm, una potencia

alucinante para la época, y promete una velocidad punta de 160 km/h con las carrocerías

mas pesadas (3,90 m entre ejes) y mas de ¡180 km/h! con las mas deportivas (28 cm mas

cortas) cifras que sitúan el J a la cabeza de la producción mundial. Pero Fredy no se para

ahí, y en 1932 instala un compresor que eleva la potencia hasta 320 cv (y la velocidad del

SJ a los 200 km/h) y 3 años mas tarde (SSJ, encargo de Gary Cooper) 2 compresores que

llevan el rendimiento hasta ¡400 cv!. El Mormon Meteor, un bólido equipado con ese motor

alcanza en Bonneville en 1935 la increíble velocidad de ¡246 km/h!. Sin comentarios…

Para vestir al J, el cliente podía expresar sus deseos (phaeton, cabriolet, torpedo, sedan..)

a diversos carroceros: Le Baron, Murphy, La Grande, Weymann,.. pero es para este ultimo

para el que Gordon Buehrig diseña sobre un chasis corto el Tapertail Speedster, que todos

consideran una obra maestra, y hoy ilustra este articulo. Como un inmenso galgo, sentado

sobre las patas traseras, su línea expresa a la vez gracia, potencia y una gran vocación de

espectáculo, con cromados en los parachoques, los cuatro faros, la calandra de persianas

termostáticas, y los inmensos pilotos traseros que se iluminan sobre su popa de barco con

un llamativo “STOP” tras cada presión en los frenos. Un detalle prudente ya que la eficacia

inmensa de su asistencia hidráulica debía sorprender bastante a los usuarios de entonces. 

Como los sorprendió su precio: ¡15.000 $!, 50 veces el de un Ford A contemporáneo. Con

esas tarifas y en plena gran depresión, 481 ejemplares vendidos entre 1929 y 36 son toda

una proeza, solo posible gracias a las estrellas de Hollywood que se prendaron del Duesy:

Greta Garbo, Tyrone Power y Mae West tenían uno, Clark Gable y Gary Cooper, varios. La

“fabrica de sueños” sobrevoló la crisis y también los grandes magnates (Willyam Randolph

Hearst, Howard Hugues) los políticos, los jefes de la mafia, los maharajás y alguna cabeza

coronada: Nicolás de Rumania, Víctor Manuel de Italia, el Duque de Windsor,… tenían uno

y también Alfonso XIII que lo usó para salir de España tras proclamarse la Republica.

 

AL VOLANTE

Al volante, observando el interminable capot, comprendemos que 2/3 del automóvil están

reservados para el motor, y que en los cruces sin visibilidad, lo mas prudente seria contar

con una avanzadilla a pie. Pero bueno,… si no es así, siempre tendremos la puntiaguda y

acerada mascota sobre el radiador para ir marcando, uno a uno, los vehículos ensartados.

Bromas aparte, el cuadro de mandos es fascinante y era sin duda alguna el mas completo

de su época. Por supuesto están (¡todos!) los controles habituales pero además contamos

con un (sublime) reloj-cronometro “Jaeger of New York” y un (sorprendente) altímetro, muy

chic en aquellos años, tras la hazaña de Lindbergh. Junto a ellos a la izquierda, una rueda

regula la asistencia en los frenos, y el de mano, cromado y desmesurado, requiere que lo

empuñemos con la determinación del que dispara una metralleta.

También nos temíamos una dirección intratable pero, en movimiento, el volante se aligera

mucho, pese al 6,9 l de fundición que gruñe sobre el tren delantero. Y los frenos tienen el

tacto blando y la carrera larga, pero detienen este mastodonte ¡de 2100 kg! sin problemas.

Probarlos era indispensable para estar tranquilos antes de seguir rodando, porque aunque 

“Miss Duesy” este cerca de cumplir los 80 años, su motor empuja y fuerte, recuperando en

cualquier marcha desde 500 vueltas sin dudarlo incluida la 3ª y ultima, la mejor, porque no

están sincronizadas y lo recomendable seria engranarla y ya no cambiar nunca. Pero no lo

hacemos, y la 2º rasca algo al entrar, aunque lo compensa lanzándonos hacia delante con

la fuerza (y el gruñido) de un bombardero. ¡Fantástico!. Pero lo mas sorprendente, para su

talla ¡y su edad!, es que el 8 cilindros no se desalienta a medida que sube de régimen, y la

aguja del tacómetro supera muy alegre la barrera de las 4000 vueltas. A ese ritmo, cuando

metemos 3ª, vamos ya a 140 km/h (la velocidad máxima de los mejores automóviles de la

época) pero el empuje no se calma apenas, mientras que en torno a las orejas la tormenta

se ha levantado desde hace tiempo: la banqueta es alta y el parabrisas bajo para librarnos

del vendaval que busca, sin tregua, descabalgarnos. ¿185 km/h?. Un poco escépticos con

los neumáticos, y limitados de espacio por la carretera, no lo hemos intentado. Pero, como

velocidad máxima, nos parece sencillamente… ¡creíble!.

En cualquier caso, a velocidades legales, el chasis esta a la altura. No tiene, por supuesto,

la agilidad de un 911, pero se muestra lo bastante seguro como para animarnos a disfrutar

del motor. Un mínimo de vigilancia sobre el estado de la calzada nos permite minimizar las

consecuencias de ese bache inoportuno que podría desestabilizar los ejes y, por lo demás

el Duesenberg va derecho, no se acuesta en las curvas y manifiesta, con un chillido de los

neumáticos, los limites de lo razonable. Naturalmente, encadenando curvas, el gran capot

tiene tendencia a seguir recto, y nos obliga a luchar con la dirección, muy desmultiplicada.

No importa, en la siguiente línea recta recuperamos el tiempo perdido con una aceleración

implacable, mientras los conductores de los coches que adelantamos se rascan la cabeza

intentando entender lo que pasa. En el Duesenberg, dominando el trafico con la cabeza y

los hombros, admirando la perspectiva infinita del capot, y halagados por el resplandor de

los cromados, una crisis aguda de megalomanía es el único peligro grave que nos acecha.

Y la solución es fácil: basta con devolver las llaves.

 

COMPRAR UNO
Dicen que el dinero no da la felicidad, pero si puede darte un Duesenberg… ¡todo va bien!

No esperen nada por menos de 500.000 y preparen ¡el triple! si lo que buscan es un SJ.

Y estén atentos a las subastas…. americanas. Naturalmente, a esos precios, cualquiera

debe estar impecable, como una miniatura de Franklin Mint solo que a escala… ¡1/1!.

 

CONCLUSION
Hollywood era la fabrica de sueños, y ninguno como este Duesenberg que fascinó a

todos del príncipe a la corista, del magnate al maharajá y al fugitivo rey de España.

En cuanto al que esto escribe, solo tiene un problema: ¿le gustará a mi banquero?.

 

PRODUCCION
J (1929-1936) :     444 ej.
SJ (1932-1936) :     36 ej.
SSJ (1935-1935) :     1 ej.

TOTAL:                  481 ej.

 

Texto: JR                                                                   VIDEO  >

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